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No Busques La FELICIDAD Después De Una Ruptura (Haz Esto)

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Cuando estás pasando por una ruptura, es natural que a veces busques desesperadamente la felicidad. Buscas la solución mágica que hará que el dolor desaparezca, aferrándote frenéticamente a cualquier cosa que pueda hacerte sentir mejor.

Entre esas cosas están las relaciones de rebote, positividad forzada, distracciones constantes, orgías con champán alimentadas por drogas. Sin embargo, cuanto más te esfuerzas por alcanzar esa felicidad, más se te escapa. Es como intentar retener agua en las manos.

¿Y si te dijera que la solución no es esforzarse más para sentirse bien, sino dejar de intentarlo por completo?

Este enfoque puede sonar extraño al principio, pero en realidad está respaldado tanto por investigaciones psicológicas como por las experiencias reales de innumerables personas con el corazón roto que han vuelto a la normalidad. Entonces, ¿qué significa esto en la práctica?

Solución n.° 1: Deja de intentar evitar el dolor y empieza a aceptarlo.

No se trata de revolcarse en la miseria ni de glorificar el sufrimiento. No, se trata de reconocer que el dolor es una parte natural y, de hecho, necesaria del proceso de sanación. Cuando te resistes al dolor emocional, lo amplificas y prolongas su duración.

En lugar de eso, intenta simplemente sentarte con tus sentimientos unos minutos cada día sin juzgarlos. Busca un lugar tranquilo, cierra los ojos y simplemente observa qué emociones tienes presentes. Repítete: «Me siento fatal ahora mismo. Y está bien». No intentes cambiarlo, no intentes arreglarlo, simplemente intenta reconocerlo.

Te sorprenderá descubrir que, cuando dejas de luchar contra tus emociones, estas se vuelven menos abrumadoras. Es como arenas movedizas: Cuanto más luchas, más rápido te hundes. Pero si te relajas y distribuyes tu peso, puedes evitar que te arrastren.

Solución n.° 2: Reemplace la positividad forzada con honestidad radical.

En lugar de decir o pensar «Estoy tan feliz de que hayamos terminado», intenta decir «Oye, esto me duele muchísimo y estoy pasando un mal momento». El alivio que viene con esa honestidad suele ser inmediato y poderoso.

Esto no significa que debas ser una persona negativa por el simple hecho de serlo. Simplemente significa sinceridad sobre tu estado emocional actual, tanto contigo mismo como con tus compañeros, amigos, familiares y demás personas de confianza.

Obviamente, no descargues tus emociones en toda tu vida. Pero tener al menos una persona con quien puedas ser completamente auténtico(a) es increíblemente valioso.

En última instancia, cuando dejas de realizar acciones que te hagan feliz, liberas enormes cantidades de energía psicológica que pueden redirigirse hacia la recuperación real de la ruptura y hacia actividades que la promuevan.

Solución n.° 3: utilice la distracción estratégicamente, no constantemente.

No tiene nada de malo tomarse un respiro del dolor, pero reconoce que eso es todo lo que estás haciendo: Tomarte un respiro, no resolver nada. La distracción se vuelve problemática cuando es tu principal o única estrategia de afrontamiento.

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En lugar de distraerte constantemente, prueba la distracción programada. Reserva un tiempo específico para sentir tus emociones y luego un tiempo específico para realizar actividades que te distraigan.

Este enfoque más equilibrado probablemente te ayudará a recuperarte más rápido y a no dejarte abrumar tan fácilmente. Por ejemplo, podrías decidir que, de 19:00 a 19:30, escribirás en un diario sobre tus sentimientos, sobre la ruptura, meditarás o saldrás a caminar y simplemente hablarás contigo sobre estas cosas.

Durante ese tiempo, permítete experimentar plenamente cualquier emoción que surja. Pero luego, digamos, de 7:30 a 9:00 p. m., comprométete a dedicarte por completo a una actividad que disfrutes, como ver una película, llamar a un amigo o dedicarte a un pasatiempo.

Esta estructura debería darte tanto el espacio para procesar las cosas como el alivio de una evasión temporal, sin dejar que ninguno de los dos enfoques domine tu recuperación.

Solución n.° 4: Abandona ese cronograma.

No existe un cronograma de recuperación tras una ruptura. Algunas personas tardan semanas en recuperarse, otras años, y numerosos factores influyen en la duración, como la duración e intensidad de la relación, las circunstancias, el estilo de apego, el sistema de apoyo, etc.

Cuanto más te presiones para «simplemente superarlo», más reforzarás la idea de que tu proceso emocional natural está mal o falla. Y entonces este juicio se convierte en una capa más de sufrimiento que se suma a la ruptura.

Así que, en lugar de preguntarte: «¿Por qué no lo he superado todavía? «, intenta preguntarte: «¿Qué necesitan mi mente y mi corazón para continuar mi recuperación?». Esto cambia tu enfoque de una línea de tiempo arbitraria a tus necesidades reales en el momento presente, por lo que la recuperación tiende a acelerarse.

Solución n.° 5: Redefine cómo se ve la curación para ti.

Sanar no consiste en no volver a sentir tristeza por una ruptura. Se trata de integrar esa experiencia en tu vida de una manera que no domine tus pensamientos ni tus emociones. Siempre puedes sentir algo al pensar en tu ex, ya sea bueno o malo, o una mezcla de ambos.

Es completamente normal. Mucha gente cree que sabrá que ha sanado cuando ya no piense en su ex, o cuando pueda hacerlo con total neutralidad y desapego. Pero así no funcionan las emociones ni la memoria humana.

En cambio, sanar se traduce en poder pensar en tu ex sin caer en un profundo dolor emocional. Se traduce en poder reconocer los aspectos positivos y negativos de la relación con claridad. Se traduce en abrirse a nuevas conexiones sin compararlas constantemente con tu ex.

El sentido común.

Si te has dado cuenta, todas estas soluciones tienen que ver con dejar de lado el control. Cuanto más intentas controlar tu experiencia emocional después de una ruptura, más te controla ella. Solo cuando te entregas al proceso, cuando aceptas que sanar es complicado, no lineal y muy doloroso, abres las puertas a la verdadera recuperación.

Así que hazlo. Deja de esforzarte tanto por sentirte mejor. Relájate más. Permítete sentir exactamente como te sientes ahora mismo. Ese es el primer paso hacia la verdadera sanación.

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